Por: José Santos Chocano
Por: José Santos Chocano
¡Con qué vileza bulle la clara
fantasía de los niños!
¡Oh, noches aladas del hogar!...
La ventana está abierta; y hay una luna fría
Que sobre un gran silencio deshoja su azahar.
Una niña y un niño mueven sus locas manos
En el álbum de estampas: la abuela, que los mira
Con unos ojos que hablan de los tiempos lejanos,
Les conversa con una palabra que suspira…
El fonógrafo llena con una serenata
Melosa el gran sosiego de esta noche de plata;
Y, en el atormentado cilindro, una voz suena,
Y al fin va poco a poco muriéndose de pena…
Los niños, luego, desde la ventana asomados,
Ven las calles, las torres y la luna de cera;
Un gato a la carrera pasa por los tejados,
Cual si fuese un ovillo que se desenvolviera…
La abuela, con palabras que
parecen lamentos,
Cuenta a sus nietecitos historias como cuentos:
Ya es el audaz pirata que en la crujiente popa,
En pie, busca y vigila, con su hacha de abordaje,
El galeón que lleva de las indias a Europa,
El codiciado y fácil oro del coloniaje:
A veces pone proa resuelta hacia algún puerto,
Donde una fortaleza sobre un peñón desierto
Inútilmente hostiga la noche con sus luces;
Y hay relámpagos de hachas y truenos de arcabuces
Y hay explosión de retos y extorsión de querellas…
Ya es el avaro exangüe que, en
un rincón callado
De su mísera alcoba, por la noche, ha cavado,
Sin que nadie lo sepa, lugar para el tesoro
De talegos preñados con las onzas de oro:
Muere el viejo; y los meses se escapan; pero un día
Su alma torna a tal sitio como a purgar sus penas,
Y, durante las noches, en la alcoba sombría
Hay un rumor de ergástula henchida de cadenas…
Los nietos, que en la anciana
tiene fijos los ojos,
Piensa en el tormento de pesados cerrojos,
En la llave que chilla dentro de la cerradura,
En la angustia saliente de largos pasadizos,
En el ruido de la puerta que hay en la noche oscura,
En la vieja vecina que hace ensalmos y hechizos;
Y, con el alma llena de medrosas visiones,
Cuando al fin se retiran a dormir, ven los techos
Por si entraron vampiros, husmean los rincones
Y, antes de arrodillarse y hacer sus oraciones,
Buscan a los ladrones debajo de los techos…
Sueñan… La niña que se
encuentra el tesoro
De talegos preñados con las onzas de oro;
Y el niño, que es pirata, que asalta y degüella,
Y que en un puerto un día se roba una doncella…
¡Oh, noches aladas del hogar!...
La ventana está abierta; y hay una luna fría
Que sobre un gran silencio deshoja su azahar.
Una niña y un niño mueven sus locas manos
En el álbum de estampas: la abuela, que los mira
Con unos ojos que hablan de los tiempos lejanos,
Les conversa con una palabra que suspira…
El fonógrafo llena con una serenata
Melosa el gran sosiego de esta noche de plata;
Y, en el atormentado cilindro, una voz suena,
Y al fin va poco a poco muriéndose de pena…
Los niños, luego, desde la ventana asomados,
Ven las calles, las torres y la luna de cera;
Un gato a la carrera pasa por los tejados,
Cual si fuese un ovillo que se desenvolviera…
Cuenta a sus nietecitos historias como cuentos:
Ya es el audaz pirata que en la crujiente popa,
En pie, busca y vigila, con su hacha de abordaje,
El galeón que lleva de las indias a Europa,
El codiciado y fácil oro del coloniaje:
A veces pone proa resuelta hacia algún puerto,
Donde una fortaleza sobre un peñón desierto
Inútilmente hostiga la noche con sus luces;
Y hay relámpagos de hachas y truenos de arcabuces
Y hay explosión de retos y extorsión de querellas…
De su mísera alcoba, por la noche, ha cavado,
Sin que nadie lo sepa, lugar para el tesoro
De talegos preñados con las onzas de oro:
Muere el viejo; y los meses se escapan; pero un día
Su alma torna a tal sitio como a purgar sus penas,
Y, durante las noches, en la alcoba sombría
Hay un rumor de ergástula henchida de cadenas…
Piensa en el tormento de pesados cerrojos,
En la llave que chilla dentro de la cerradura,
En la angustia saliente de largos pasadizos,
En el ruido de la puerta que hay en la noche oscura,
En la vieja vecina que hace ensalmos y hechizos;
Y, con el alma llena de medrosas visiones,
Cuando al fin se retiran a dormir, ven los techos
Por si entraron vampiros, husmean los rincones
Y, antes de arrodillarse y hacer sus oraciones,
Buscan a los ladrones debajo de los techos…
De talegos preñados con las onzas de oro;
Y el niño, que es pirata, que asalta y degüella,
Y que en un puerto un día se roba una doncella…
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