El niño pequeño no tendría más de tres años. Hundía el rostro en su escudilla de mote y sorbía sus lágrimas. De pronto su rostro de iluminaba y en el fondo de él la música crecía y llenaba la cocina oscura. Una canción en la lengua en que estaba aprendiendo a quejarse y a reír: un huayno.
Facundacha, la sirvienta, lo tomaba entre sus brazos; doña Cayetana, india dulce, cocinera madre, le sonreía desde el fogón. Victo Pusa le acariciaba la frente con su fuerte mano de picapedrero. Estaban todos, el «concertado» Felipe Maihua; José Delgado, el lacayo; todos los peones, los humildes, la verdadera familia.
José María tuvo muchos padres y muchas madres y no un parque de infancia a lo Proust, sino campos de alfalfa que debía regarse a medianoche, con temor y frío.
Su madre, dama de Andahuaylas, murió cuando era un niño en brazos; su padre, don Víctor Manuel Arguedas, abogado cuzqueño, enfermo imaginario, juez de Puquio y nómade contra viento y marea, lo dejaba en casa de su segunda mujer, quien había destinado al hijastro a la cocina y a algo tan hermoso que puede nacer hasta de esa condición creada por el desamor: el arte.
Dueña de un corazón de piedra y de medio San Juan de Lucanas, esta señora contará con el agradecimiento eterno de la historia de la novela peruana. ¿Cómo hubiera podido nacer Agua, Los ríos profundos, Yawar Fiesta, si José María Arguedas no hubiera crecido entre sus personajes, siendo él mismo uno más entre ellos; serrano, tierno, hermético, gran lector de la naturaleza, auténtico en el canto y en la palabra, obstinado, triste, puro?
Las primeras letritas las aprendió en la escuelita de San Juan de Lucanas; el cuarto de primero lo cursó en Abancay, la secundaria, o parte de ella, en Ica. Por esos años vino la revelación. Nació la vocación de un descubrimiento realizado en la hacienda Huayuhuayu, a orillas del Apurímac, propiedad de un pariente materno y escenario que podemos identificar con un pasaje de Los ríos profundos.
José María Arguedas y Blanca Varela en el muelle de Supe Puerto (1947) |
La hacienda tenía una capilla colonial y una lujosa biblioteca, polvorienta y sin visitantes: José María descubrió allí un libro: Los miserables.
¿Quién diablos sería ese Víctor Hugo? Lo cierto es que al terminar el libro había nacido un novelista. Arguedas comenzó a escribir y no ha cesado de hacerlo no obstante que las circunstancias, a veces, se han empañado en convertirlo en otras cosas: empleado del Correo de Lima. Profesor de colegio y brillante etnólogo.
En 1931 Arguedas volvió a Lima. Tenía veinte años y esta vez venía a la Universidad. Todo fue diferente para el joven «recién bajado». Era un escritor. El padre muerto y la familia india detrás del Ande eran ya parte de su corazón y de su espíritu. Conoció a los primeros amigos: Emilio Adolfo Westphalen, Alberto Tauro, Luis Felipe Arco.
El novelista se casa en 1939 con una mujer inteligente, gran lectora y compañera, de la mejor estirpe cultural: Cecilia Bustamante Bernal. Dos mundos se abrazan y no pueden separarse más y crean otro, el del poeta que relata con voz castellana lo que vivió en quechua. El resultado es brillante. En 1933 aparece Signo su primer cuento en Warma Kuyay («Amor de niño»); en el 33 y el 34 los lectores de La Prensa de Lima encuentran su firma en las páginas literarias; en el 35 aparece el primero libro: Agua, el 38 Canto Quechua; el 40 Yawar Fiesta; el 49 Canciones y Cuentos del Pueblo Quechua; el 54 Diamantes y Pedernales; el 59 Los ríos profundos; el 62 El sexto; La agonía de Rasuñiti y El Haylly («Himno») a Túpac Amaru.
Esta valiosísima obra de nuestro mejor prosista y uno de los primeros de la América Latina, ha sido creada paralelamente a otra labor, la del etnólogo.
José María Arguedas está concluyendo actualmente un valioso trabajo de investigación que se titula «Estudio Comparativo de las Comunidades de Castilla (España) y el Perú»; 350 páginas que pudo documentar gracias a un viaje a España que realizó becado por la UNESCO. Al mismo tiempo escribe su próxima novela, cuyo nombre provisional es «Jonás«. Trabaja en ella desde hace seis años y ha debido abandonarla muchas veces para entregarnos en esos intervalos otras producciones, algunas literarias y otras etnológicas.
Traducidos al francés, ruso, alemán e inglés, sus libros han alcanzado tal difusión en el extranjero que han ocasionado el hecho de que Arguedas sea invitado incesantemente a reuniones y congresos internacionales de escritores. En estos momentos José María Arguedas se encuentra en Alemania, donde ha viajado para participar en el Coloquio de Escritores Alemanes y Latinoamericanos que tiene lugar en Berlín Occidental.
La más importante editorial francesa, Gallimard, está imprimiendo Los ríos profundos; pero esta vez, estamos seguros de ello, la crítica francesa con todas sus excelencias no nos hará descubrir a uno de los nuestros.
La Prensa
Lima, 14 de Octubre de 1962
Tomado de: www.expresiondiario.pe
Sus libros son de esos que te atrapan y pueden cambiar muchos de tus conceptos.
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