Creo que la frase “lectura obligatoria” es un contrasentido; la lectura
no debe ser obligatoria. ¿Debemos hablar de placer obligatorio? ¿Por qué? El
placer no es obligatorio, el placer es algo buscado. ¡Felicidad obligatoria! La
felicidad también la buscamos.
Yo
he sido profesor de literatura inglesa durante veinte años en la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y siempre les aconsejé a
mis estudiantes: si un libro les aburre, déjenlo; no lo lean porque es famoso,
no lean un libro porque es moderno, no lean un libro porque es antiguo. Si un
libro es tedioso para ustedes, déjenlo; aunque ese libro sea el Paraíso Perdido
—para mí no es tedioso— o el Quijote —que para mí tampoco es tedioso—. Pero si
hay un libro tedioso para ustedes, no lo lean; ese libro no ha sido escrito
para ustedes.
La lectura debe ser una de las formas de la felicidad, de modo
que yo aconsejaría a esos posibles lectores de mi testamento —que no pienso escribir—,
yo les aconsejaría que leyeran mucho, que no se dejaran asustar por la
reputación de los autores, que sigan buscando una felicidad personal, un goce
personal. Es el único modo de leer.
Fragmento tomando
del documental Borges para millones (1978)
A pesar de ser zambo y de llamarse López, quería parecerse cada vez menos a un zaguero de Alianza Lima y cada vez más a un rubio de Filadelfia. La vida se encargó de enseñarle que si quería triunfar en una ciudad colonial más valía saltar las etapas intermediarias y ser antes que un blanquito de acá un gringo de allá. Toda su tarea en los años que lo conocí consistió en deslopizarse y deszambarse lo más pronto posible y en americanizarse antes de que le cayera el huaico y lo convirtiera para si…