El encantador Dorian Gray
En su taller, el pintor Basil Hallward descubre su nueva obra
maestra: el retrato de un joven extremadamente bello, un verdadero adonis con
piel de marfil y un rostro tan suave como pétalos de rosa. Lord Henry Wotton se
ha acomodado en el diván del taller y aplaude la obra de Hallward, mientras
fuma opio. El artista no quiere revelar el nombre del modelo al cínico Wotton,
pero se le escapa sin querer. Su nombre es Dorian Gray, y Basil lo conoció en
una recepción. Desde su primer encuentro, la figura perfecta del muchacho ha
marcado su vida. Basil tiene la sensación de que, con Dorian, comienza una
nueva era en el arte. No quiere que Lord Wotton conozca a Dorian, pues teme que
su moral corrupta arruine la esencia sincera e inocente de Dorian. Sin embargo,
no puede impedirlo: de repente, Dorian Gray está en la puerta.
La pérdida de la inocencia
En contra del deseo expreso de Basil, Dorian le pide a Lord Wotton que se quede, mientras el pintor termina el retrato. Dorian siempre se aburre porque Basil no emite palabra mientras trabaja. En su lugar, Lord Wotton derrocha verborragia sobre el joven Dorian, tanto, que pronto le pide que se detenga. Según el Lord, la abstinencia lesiona el cuerpo y el alma: las tentaciones están ahí para ceder a ellas; de lo contrario, el alma enferma de lascivia. Dorian queda impresionado ante tales ideas y siente que su interior se agita. Lord Wotton lo nota con satisfacción. Le intriga descubrir hasta dónde puede influir sobre Dorian.
Durante una pausa, ambos salen a pasear por el jardín y Lord
Wotton le dice a Dorian que su juventud es su mayor don y que debe
aprovecharla. No debe dejar pasar ningún sentimiento; debe experimentar un
nuevo hedonismo, sin renunciar a ningún placer y disfrutando de las pasiones de
su juventud. Las palabras del noble impactan a Dorian, sobre todo la advertencia
de que la juventud es breve. Después de otros quince minutos, el retrato está
listo. Lord Wotton está encantado y hasta Dorian siente que un escalofrío
recorre su cuerpo: al ver el cuadro, con las palabras de Lord Wotton todavía
resonando en su cabeza, reconoce de golpe su propia belleza, y también su
mortalidad. Desea permanecer joven y bello por siempre y que, a cambio de ello,
su retrato sea el que envejezca. Lord Wotton quiere comprar el cuadro, pero
Dorian lo reclama para sí. Basil se lo obsequia. Lord Wotton les propone ir
juntos al teatro por la noche. Basil no tiene ganas, pero Dorian acepta.
Investigaciones sobre Dorian
Al día siguiente, Lord Wotton visita a su tío, Lord Felmor, que pasa casi todo el día en el club y que por eso conoce prácticamente a todo el mundo que vale la pena conocer. Lord Wotton quiere saber más sobre los padres de Dorian Gray. Así, se entera de que es sobrino de Lord Kelso. La madre de Dorian, Margarete Devereux, era bellísima, pero murió al dar a luz a Dorian.
Mientras tanto, Dorian almuerza con Agatha, la tía de Lord
Wotton, una conocida filántropa. Lord Wotton fue quien organizó el almuerzo. De
camino a casa de su tía, piensa en todo lo que puede hacer con el joven Dorian.
Es que el muchacho reacciona con tanta sensibilidad a sus palabras que es un
placer moldearlo a su imagen y semejanza. Y precisamente este es el plan de
Lord Wotton: influir en Dorian y dejar su sello en él. Durante el almuerzo,
Lord Wotton entretiene a los invitados con detalles sobre su filosofía del
placer y del hedonismo. Dorian absorbe cada una de sus palabras.
La bella actriz
Un mes más tarde, Dorian visita a Lord Wotton. Le confía que se ha enamorado de una actriz cuando, días atrás, fue al teatro a ver Romeo y Julieta. La puesta en escena resultó ser aburrida, pero Sybil Vane, la actriz que representaba a Julieta, era divina. Dorian no puede quedarse a cenar porque quiere regresar al teatro. Cuando se marcha, Lord Wotton se regocija en su maldad: ¡Qué increíble experimento humano se produce justo frente a sus ojos! Esa misma noche, recibe un telegrama que da cuenta del compromiso entre Dorian y Sybil. Sybil le habla a su madre sobre el príncipe azul del que se ha enamorado. Jim Vane, el hermano de Sybil, no confía en su hermana. Debe partir de viaje a Australia, pero jura matar al maldito que haga infeliz a su hermana.
En el teatro
A la noche siguiente, Dorian, Basil y Lord Wotton acuerdan ir
juntos al teatro. Basil discute con Lord Wotton el rumor del compromiso de
Dorian. No puede creerlo: después de todo, la diferencia de clases sociales es
evidente. Lord Wotton no es tan cerrado: considera que es una buena idea que
Dorian se case. En seis meses, encontrará a otra, de todos modos. En ese
momento, Dorian llega con una sonrisa. A todas luces, Basil no está
particularmente feliz por los planes de matrimonio, pues siente que su Dorian se
aleja cada vez más de él. El teatro está repleto. Se produce un escándalo:
todos piensan que Sybil es preciosa, pero su actuación es horriblemente rígida
y mala. Dorian se avergüenza por los abucheos y silbidos del público ante sus
amigos, que deciden abandonar el teatro después del segundo acto. Al finalizar
la obra, el muchacho visita a Sybil en su camarín y la insulta por haber
realizado una actuación tan miserable. Ella le implora que entienda que actuó
mal porque lo extrañaba, pero Dorian la acusa de ser una actriz de cuarta con
un bello rostro, y no quiere volver a verla jamás.
Transformaciones
De regreso a casa, Dorian cuestiona sus propias acciones.
¿Trató a Sybil con demasiada rudeza o ella tiene la culpa de su reacción? Al
ver su retrato, se asusta: la imagen se ha modificado. Las comisuras de los
labios se han manchado con un dejo de maldad. Dorian no da crédito a sus ojos y
cree que se debe a su nerviosismo, pero cuando a la mañana siguiente la
expresión sigue ahí, él recuerda su deseo de que el cuadro cargue con sus
pecados para que él pueda seguir siendo joven y bello. El retrato le parece
ahora una advertencia para su conciencia. Decide disculparse con Sybil y
casarse con ella. Sin embargo, Lord Wotton lo sorprende y le informa que Sybil
se ha quitado la vida durante la noche. Al principio, Dorian está en
estupefacto, pero poco a poco Lord Wotton logra convencerlo de que su muerte es
un final artístico bien logrado, como en una tragedia griega. Considera que la
tristeza es completamente inadecuada en esta situación, por lo que ambos
acuerdan ir a la ópera. Dorian empieza a disfrutar cada vez más que el retrato
asuma sus pecados. Esto le abre las puertas a posibilidad impensadas.
Paranoia
A la noche siguiente, Basil visita a Dorian y se sorprende al
ver que su amigo casi no piensa en el suicidio de la joven actriz. Sin embargo,
en vista de la actitud inocente que adopta Dorian, Basil no se atreve a darle
un sermón. En su lugar, quisiera ver el retrato, que piensa exponer pronto en
París. Dorian le niega a su amigo la posibilidad de echar un vistazo a la
pintura. Una vez que Basil se ha marchado, Dorian lleva el retrato a una
habitación desocupada de la casa. Un miedo paranoico se apodera de él: nadie
debe ver el cuadro; ni siquiera su sirviente, Víctor.
El nuevo hedonismo
Dorian Gray vive durante muchos años la vida de un dandi, de un esteta que solo se interesa por las cosas bellas de la vida. El nuevo hedonismo que Lord Wotton alguna vez predicó, se manifiesta en la vida de Dorian. Un libro sobre un bon vivant francés que le ha dado Lord Wotton lo inspira una y otra vez a experimentar nuevas aventuras. Pasa su tiempo en cuchitriles de mala muerte en el puerto de Londres, recorre los antros con monedas falsas y se deja llevar por sus deseos, sin importar cuáles sean. La moral ya no le importa. Y, sin embargo, es un caballero culto, el hombre mejor vestido en la ciudad. La alta sociedad descree de los rumores sobre su vida desenfrenada: basta con ver el radiante rostro juvenil de Dorian Gray para saber que debe ser inocente.
Un día antes de cumplir 38 años, Dorian se encuentra por
casualidad con Basil, quien está a punto de viajar a París, donde desea ocupar
un taller. Basil asedia a Dorian con preguntas sobre los rumores sobre su vida
alocada: se dice que Dorian está vinculado con algunos de los más grandes
escándalos de la ciudad y que es responsable de la caída social de varias
personalidades. Ya en su casa, y con una sonrisa, Dorian conduce a Basil a las
habitaciones del piso superior, donde le muestra su “alma”: el retrato.
Asqueado, Basil retrocede. Desde el lienzo lo observa un horrífico rostro
diabólico. Es como si el pecado mismo fuera un asqueroso moho que devora, cubre
y deforma el bello rostro del cuadro. Basil cae de rodillas y exige a Dorian
orar con él por su alma. En ese momento, el pánico se apodera de Dorian: toma
un cuchillo y apuñala al pintor.
Los pecados de juventud
Para deshacerse del cuerpo, Dorian extorsiona a su viejo
amigo, Alan Campbell, con el que tuvo una relación en el pasado. El químico
logra eliminar el cuerpo con ácido nítrico, de modo que no quedan restos. Una
vez que ha eliminado todos los rastros de la presencia de Basil, Dorian se hace
conducir hasta una de las cuevas de opio para aplacar su conciencia. Aquí se encuentra
con varias personas a las que ha arruinado, y huye. De pronto, siente la boca
de un revólver en su nuca: Jim Vane, el hermano de Sybil, cree reconocer en él
al hombre por el que su hermana se suicidó, pero Dorian logra convencerlo de
que se trata de un error: a todas luces, Dorian es demasiado joven como para
haber conocido a su hermana 20 años atrás. Cuando una prostituta le jura a Jim
que sí se trata de “ese” Dorian Gray, que ha sellado un pacto con el diablo,
Dorian aprovecha para escapar.
El asesinato del retrato
Al día siguiente, su mala conciencia lo acosa: durante una recepción, Dorian se desmaya porque ve en todas partes al hermano de Sybil. Incluso durante una fiesta en su casa de campo, Dorian está convencido de que Jim está cerca. Durante una cacería de liebres, descubre que no estaba del todo equivocado: uno de los cazadores confunde a un hombre con una libre y le dispara. El hombre resulta ser el hermano de Sybil, quien ha muerto tratando de vengar a su hermana. Dorian respira aliviado, pues ya no hay nada en su pasado que debiera temer. A pesar de esto, le confiesa a Lord Wotton que quiere cambiar y llevar una vida de bien. El noble rechaza esta idea con su típica ironía: Dorian nunca cambiará. No puede hacerlo. Hizo de su vida una obra maestra y, si ahora quiere ser bueno, es solo porque esto le permitirá acceder a nuevas sensaciones. Más tarde, Dorian reflexiona sobre las palabras de Lord Wotton. ¿Es realmente imposible cambiar? De pronto recuerda el retrato: el único testigo del asesinato de Basil. Toma un cuchillo y apuñala la horrible imagen. En ese mismo momento, su sirviente oye un espantoso grito. Cuando, poco después, acompañado de varios policías, abre la puerta de la habitación, encuentra que el retrato de Dorian Gray cuelga en la pared, ostentando su belleza original. En el suelo yace un anciano arrugado, extremadamente feo, con un cuchillo clavado en el pecho. Solo los anillos de sus manos revelan que se trata de Dorian Gray.
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