Cuentos peruanos clásicos
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El despenador - Ventura García Calderón

El despenador - Ventura García Calderón

Lo habían ensayado todo sin éxito; el sebo de jaguar; la lana de llama blanca, que alivia el dolor si se ha friccionado con ella el pecho del enfermo; las hierbas serranas que el brujo del pueblo vecino propinaba en un mate de chicha después de haber escupido, como las llamas, hacia los malos poderes del aire. La serafina, hechicera insigne, se untó el sábado por la noche el cuerpo entero de polvos amarillos y salió volando a Huamachuco, a besar tres veces el trasero del macho cabrío. Pero ni e…

Los Jefes - Mario Vargas Llosa

Los Jefes - Mario Vargas Llosa

I Javier se adelantó por un segundo: —¡Pito! —gritó, ya de pie. La tensión se quebró violentamente, como una explosión. Todos estábamos parados: el doctor Abásalo tenía la boca abierta. Enrojecía, apretando los puños. Cuando, recobrándose, levantaba una mano y parecía a punto de lanzar un sermón, el pito sonó de verdad. Salimos corriendo con estrépito, enloquecidos, azuzados por el graznido de cuervo de Amaya, que avanzaba volteando carpetas. El patio estaba sacudido por los gritos. Los de cuar…

Los tres jircas - Enrique López Albújar

Los tres jircas - Enrique López Albújar

Marabamba, Rondos y Paucarbamba. Tres moles, tres cumbres, tres centinelas que se yerguen en torno a la ciudad de los Caballeros León y Huánuco. Los tres jirca-yayag, que llaman los indios. Marabamba es una aparente regularidad geométrica, coronada de tres puntas, el cono clásico de las explosiones geológicas, la figura menos complicada, más simple que afecta a estas moles que viven en perpetua ansiedad de altura; algo así como la vela triangular de un barco perdido entre el oleaje de este mar …

​​Los dos soras​ - César Vallejo

​​Los dos soras​ - César Vallejo

Vagando sin rumbo, Juncio y Analquer, de la tribu de los soras,arribaron a valles y altiplanos situados a la margen del Urubamba, donde aparecen las primeras poblaciones civilizadas de Perú. En Piquillacta, aldea marginal del gran río, los dos jóvenes salvajes permanecieron toda una tarde. Se sentaron en las tapias de una rúa, a ver pasar a las gentes que iban y venían de la aldea. Después, se lanzaron a caminar por las calles, al azar. Sentían un bienestar inefable, en presencia de las cosas n…

El príncipe - Oswaldo Reynoso

El príncipe - Oswaldo Reynoso

6 de agosto. (Vacaciones de medio año) Con púdica delicadeza de niña, Manos Voladoras guardó el dinero y, en una cargada atmósfera de miel de colonia, invitó: – El que sigue, por favor. Don Lucho, el dueño del billar “La Estrella”, quitándose el saco, avanzó al gran sillón, a través de reflejos azulinos. – Corte alemán, como siempre. Manos Voladoras con mirada provocativa y gesto resentido, contestó: – Ya lo sé, Don Lucho. Conozco el gusto de mis clientes. Corsario levantó la cara por encima de…