El corazón delator es un cuento del autor estadounidense Edgar Allan Poe, publicado en enero de 1843 en el periódico The Pioneer. La historia comienza con el narrador dirigiéndose al lector, insistiendo en que no está loco. Afirma que su enfermedad ha agudizado sus sentidos, especialmente su oído, y que es precisamente su claridad mental la que le llevó a cometer el asesinato. Describe su obsesión con un viejo, a quien cuida y de quien no tiene ninguna queja. La única razón por la que el narrador desea matarlo es debido a su ojo, que se asemeja al de un buitre, le causa una gran inquietud.
El narrador planea meticulosamente el asesinato durante siete noches, abriendo cuidadosamente la puerta de la habitación del anciano mientras duerme para observar su ojo. Sin embargo, no puede llevar a cabo el asesinato porque el ojo del anciano siempre está cerrado en la oscuridad. En la octava noche, el narrador repite su ritual, pero esta vez el anciano se despierta. El narrador espera en silencio, mientras el viejo se sienta en su cama, temiendo por su vida. Finalmente, cuando el viejo se lanza hacia adelante, el narrador se abalanza sobre él y lo mata rápidamente al aplastarle el pecho con la cama.
Tras cometer el asesinato, el narrador desmiembra cuidadosamente el cuerpo del anciano y esconde los restos bajo las tablas del suelo de la habitación. Se siente satisfecho y seguro de que no será descubierto.
Poco tiempo después, tres agentes de la policía llegan a la casa, alertados por un vecino que escuchó un grito durante la noche. El narrador, fingiendo inocencia, les da la bienvenida y les cuenta que él había gritado en sueños. Les invita a registrar la casa y, con una confianza temeraria, les lleva a la habitación donde cometió el asesinato y coloca su propia silla sobre las tablas que ocultan los restos.
Mientras conversa con los agentes, el narrador empieza a oír un ruido que identifica como el latido del corazón del anciano bajo el suelo. El sonido se intensifica y el narrador lucha por mantener la calma. A medida que el latido se vuelve ensordecedor y la tensión aumenta, el narrador no puede soportar más la presión y acaba confesando el asesinato. Desesperado, levanta las tablas del suelo, revela el cuerpo del anciano y demuestra así su propia locura.