Por: Abraham Valdelomar
La misma mesa antigua y
holgada, de nogal,
y sobre ella la misma blancura del mantel
y los cuadros de caza de anónimo pincel
y la oscura alacena, todo, todo está igual...
Hay un sitio vacío en la mesa
hacia el cual
mi madre tiende a veces su mirada de miel,
y se musita el nombre del ausente; pero él
hoy no vendrá a sentarse en la mesa pascual.
La misma criada pone, sin
dejarse sentir,
la suculenta vianda y el plácido manjar;
pero no hay la alegría y el afán de reír
que animaran antaño la cena familiar;
y mi madre, que acaso algo
quiere decir,
ve el lugar del ausente y se pone a llorar...
y sobre ella la misma blancura del mantel
y los cuadros de caza de anónimo pincel
y la oscura alacena, todo, todo está igual...
mi madre tiende a veces su mirada de miel,
y se musita el nombre del ausente; pero él
hoy no vendrá a sentarse en la mesa pascual.
la suculenta vianda y el plácido manjar;
pero no hay la alegría y el afán de reír
que animaran antaño la cena familiar;
ve el lugar del ausente y se pone a llorar...
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