A lo mejor, soy otro; andando, al alba, otro que marcha 
en torno a un disco largo, a un disco elástico: 
mortal, figurativo, audaz diafragma. 
A lo mejor, recuerdo al esperar, anoto mármoles 
donde índice escarlata, y donde catre de bronce, 
un zorro ausente, espurio, enojadísimo. 
A lo mejor, hombre al fin, 
las espaldas ungidas de añil misericordia, 
a lo mejor, me digo, más allá no hay nada. 

Me da la mar el disco, refiriéndolo, 
con cierto margen seco, a mi garganta; 
¡nada en verdad, más ácido, más dulce, más kanteano! 
Pero sudor ajeno, pero suero 
o tempestad de mansedumbre, 
decayendo o subiendo, ¡eso, jamás! 

Echado, fino, exhúmome, 
tumefacta la mezcla en que entro a golpes, 
sin piernas, sin adulto barro, ni armas, 
una aguja prendida en el gran átomo... 
¡No! ¡Nunca! ¡Nunca ayer!¡Nunca después! 

Y de ahí este tubérculo satánico, 
esta muela mortal de plesiosaurio 
y estas sospechas póstumas, 
este índice, esta cama, estos boletos.