Felipe Pardo y Aliaga nació en Lima el 11 de junio de 1806 y murió en la misma ciudad el 24 de diciembre de 1868. Fue un poeta satírico, dramaturgo, abogado y político peruano. Perteneciente a la élite aristocrática limeña, fue, junto con Manuel Ascencio Segura, el representante más importante del costumbrismo en los inicios de la literatura peruana republicana. Examinó y juzgó con severidad la realidad peruana a través de sus comedias y artículos costumbristas; entre estos últimos, el más celebrado y recordado es el titulado "Un viaje" (más conocido como "El viaje del niño Goyito").
Fue severo crítico de las costumbres populares que consideraba bárbaras y repelentes. También orientó sus críticas hacia las prácticas políticas, la falta de civismo y la ambición personalista de sus gobernantes. Fue un convencido de que mediante la literatura se podía lograr el cambio en el país. Su crítica hacia la sociedad peruana suele considerarse extranjerizante y anticriollista, aunque una lectura más detenida de su obra revela un profundo amor e interés por la patria.
Participó en la tormentosa vida política peruana posterior a la independencia, defendiendo siempre las causas conservadoras. Llegó a ser diplomático y ministro de los presidentes Felipe Santiago Salaverry, Manuel Ignacio de Vivanco y Ramón Castilla. También fue profesor de idioma, literatura y derecho.
El ministro y el aspirante
(Letrilla)
"No es posible estar mejor:
El amor al orden cunde,
La hacienda va de primor,
Y la instruccion se difunde.
Gobierno tan bienhechor
Forzoso será que funde
La gloria de este hemisferio."
Este ocupa un ministerio.
"Esto se lo lleva el diablo:
El desorden que se nota
No lo ataja ni San Pablo:
La hacienda está en bancarrota,
Y, ó no sé yo lo que hablo,
O hace este gobierno idiota
Del pais un cementerio."
Este quiere un ministerio.
"¡Cuánto complace el que sean
Premiadas hoy las virtudes!
¡Cuánto ver que solo emplean
A hombres de honor y aptitudes!
¡Cuánto que su fin ya vean
Nuestras largas inquietudes
De la ley bajo el imperio!"
Este ocupa un ministerio.
"¡Da horror ver en su apojeo
A viciosos disolutos
Y que no se da un empleo
Sino á pícaros y á brutos!
La nacion es el recreo
De estos dueños absolutos.
¿Quién sufre tal cautiverio?"
Este quiere un ministerio.
"El mandarín mas adusto
Ve en el pueblo á sus iguales,
Y gobierna franco y justo
Con afectos paternales.
¿Y habrá censor tan injusto
Que pueda manejos tales
Juzgar dignos de improperio?"
Este ocupa un ministerio.
"Vilmente hollando la ley
¿A quién dejarán de herir?
Peor que en tiempo del Rey
Va el Estado en mi sentir:
Cada Prefecto es un Dei,
Cada ministro un Visir:
Todo es tapujo y misterio."
Este quiere un ministerio:
"Si del poder se ensancháran
Los límites, ¡ay! entonces
Mucho se facilitaran
De esta máquina los gonces:
Proyectos se ejecutáran
Dignos de grabarse en bronces,
Y algo se hiciera mas serio."
Este ocupa un ministerio.
"Se anhela por una inmensa
Libertad en los negocios,
Y á este fin jime la prensa
Bajo el ministro y sus socios.
¿Quiérenla aun mas estensa
Para entretener sus ócios?
¡O vergüenza! ¡ó vituperio!"
Este quiere un ministerio.
"Mas bienandanza cabal
No tendrá la patria mia
Mientras la imprenta fatal
No vea su dltimo dia,
Y se agote el manantial
De calumnia, de osadía
De imprudencia y de dicterio."
Este ocupa un ministerio.
"No hay libertad de opinion:
Por la imprenta no hay ataques.
Que esperen la Estrema-Uncion
Los que se metan á jaques
Contra cualquiera mandón.
¿Piensan estos badulaques
Que es la nacion monasterio?"
Este quiere un ministerio.
Sin oir este charlar
Eterno, aunque no administro
Ni ambiciono administrar,
Puedo, si el alma rejistro
De cada hombre, penetrar
Que el que quiere ser ministro
No usa del mismo criterio
Que el que ocupa un ministerio.
A Pepa
Dulce de tus ojuelos es la llama;
dulce tu hablar, tu aliento y tu sonrisa,
cual del jardín la perfumada brisa
que la atmósfera templa y embalsama.
Si es que te ofende, ángel de amor, quien te ama
de tu alma encantadora la divisa
no en tu frente hagas ver, clara y precisa,
ni en el carmín que tu mejilla inflama.
¡Oh! ¡Pepa hermosa! ¡Sólo a ti te adoro!
Sé que otro más feliz supo agradarte,
y de tu corazón ganó el tesoro.
¿Y qué haré yo? Me bastará el amarte
ya que a mi amor corresponder no puedes...
Pero no se lo digas a Mercedes.
A Mercedes
Virgen, de puras vírgenes ejemplo,
flor delicada entre escogidas flores,
óyeme grata, si al cantar de amores,
la ya olvidada lira no destemplo.
Cuando escucho tu voz, cuando contemplo
de tus ojos los lánguidos fulgores
que rebelan un alma, encantadores,
de la dulzura y la inocencia templo;
es cuando a ti, Mercedes, sólo admiro,
sólo tú endulzas mi destino adusto,
sólo vivo por ti, por ti suspiro.
Y mi amor te declaro, porque es justo
que la beldad que lo inspiró, lo sepa...
Pero no se lo digas a la Pepa.
A mis amigos
La pasión que devórame insensata,
voy a decirla de primer envite:
fuego de amor mi corazón derrite,
fuego de amor mi espíritu arrebata.
¡Amigos! No juzguéis que es patarata,
ni hagáis mofa de mí, porque me irrite
viéndome en este juego sin desquite,
sin tener, ay, ni a quien llamar ingrata;
que en tal hoguera, en tan ardiente pira,
en tan estrechas e invencibles redes
en tal amor, lo que me da más ira,
es no poderles explicar a ustedes
si es Pepa o es Mercedes quien lo inspira
o lo inspiran las dos, Pepa y Mercedes.
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