Felipe Pardo y Aliaga - Amantes de la literatura

Lo Nuevo

11.6.23

Felipe Pardo y Aliaga



Felipe Pardo y Aliaga nació en Lima el 11 de junio de 1806 y murió en la misma ciudad el 24 de diciembre de 1868. Fue un poeta satírico, dramaturgo, abogado y político peruano. Perteneciente a la élite aristocrática limeña, fue, junto con Manuel Ascencio Segura, el representante más importante del costumbrismo en los inicios de la literatura peruana republicana. Examinó y juzgó con severidad la realidad peruana a través de sus comedias y artículos costumbristas; entre estos últimos, el más celebrado y recordado es el titulado "Un viaje" (más conocido como "El viaje del niño Goyito").

Fue severo crítico de las costumbres populares que consideraba bárbaras y repelentes. También orientó sus críticas hacia las prácticas políticas, la falta de civismo y la ambición personalista de sus gobernantes. Fue un convencido de que mediante la literatura se podía lograr el cambio en el país. Su crítica hacia la sociedad peruana suele considerarse extranjerizante y anticriollista, aunque una lectura más detenida de su obra revela un profundo amor e interés por la patria.

Participó en la tormentosa vida política peruana posterior a la independencia, defendiendo siempre las causas conservadoras. Llegó a ser diplomático y ministro de los presidentes Felipe Santiago Salaverry, Manuel Ignacio de Vivanco y Ramón Castilla. También fue profesor de idioma, literatura y derecho.

El ministro y el aspirante
(Letrilla)
"No es posible estar mejor: 
El amor al orden cunde, 
La hacienda va de primor, 
Y la instruccion se difunde. 
Gobierno tan bienhechor 
Forzoso será que funde 
La gloria de este hemisferio." 
Este ocupa un ministerio.
"Esto se lo lleva el diablo: 
El desorden que se nota 
No lo ataja ni San Pablo: 
La hacienda está en bancarrota, 
Y, ó no sé yo lo que hablo, 
O hace este gobierno idiota 
Del pais un cementerio." 
Este quiere un ministerio.
"¡Cuánto complace el que sean 
Premiadas hoy las virtudes! 
¡Cuánto ver que solo emplean 
A hombres de honor y aptitudes! 
¡Cuánto que su fin ya vean 
Nuestras largas inquietudes 
De la ley bajo el imperio!" 
Este ocupa un ministerio.
"¡Da horror ver en su apojeo 
A viciosos disolutos 
Y que no se da un empleo 
Sino á pícaros y á brutos! 
La nacion es el recreo 
De estos dueños absolutos. 
¿Quién sufre tal cautiverio?" 
Este quiere un ministerio.
"El mandarín mas adusto 
Ve en el pueblo á sus iguales, 
Y gobierna franco y justo 
Con afectos paternales. 
¿Y habrá censor tan injusto 
Que pueda manejos tales 
Juzgar dignos de improperio?" 
Este ocupa un ministerio.
"Vilmente hollando la ley 
¿A quién dejarán de herir? 
Peor que en tiempo del Rey 
Va el Estado en mi sentir: 
Cada Prefecto es un Dei, 
Cada ministro un Visir: 
Todo es tapujo y misterio." 
Este quiere un ministerio:
"Si del poder se ensancháran 
Los límites, ¡ay! entonces 
Mucho se facilitaran 
De esta máquina los gonces: 
Proyectos se ejecutáran 
Dignos de grabarse en bronces, 
Y algo se hiciera mas serio." 
Este ocupa un ministerio.
"Se anhela por una inmensa 
Libertad en los negocios, 
Y á este fin jime la prensa 
Bajo el ministro y sus socios. 
¿Quiérenla aun mas estensa 
Para entretener sus ócios? 
¡O vergüenza! ¡ó vituperio!" 
Este quiere un ministerio.
"Mas bienandanza cabal 
No tendrá la patria mia 
Mientras la imprenta fatal 
No vea su dltimo dia, 
Y se agote el manantial 
De calumnia, de osadía 
De imprudencia y de dicterio." 
Este ocupa un ministerio.
"No hay libertad de opinion: 
Por la imprenta no hay ataques. 
Que esperen la Estrema-Uncion 
Los que se metan á jaques 
Contra cualquiera mandón. 
¿Piensan estos badulaques 
Que es la nacion monasterio?" 
Este quiere un ministerio.
Sin oir este charlar 
Eterno, aunque no administro 
Ni ambiciono administrar, 
Puedo, si el alma rejistro 
De cada hombre, penetrar 
Que el que quiere ser ministro 
No usa del mismo criterio 
Que el que ocupa un ministerio.

A Pepa
Dulce de tus ojuelos es la llama;
dulce tu hablar, tu aliento y tu sonrisa,
cual del jardín la perfumada brisa
que la atmósfera templa y embalsama.
Si es que te ofende, ángel de amor, quien te ama
de tu alma encantadora la divisa
no en tu frente hagas ver, clara y precisa,
ni en el carmín que tu mejilla inflama.
¡Oh! ¡Pepa hermosa! ¡Sólo a ti te adoro!
Sé que otro más feliz supo agradarte,
y de tu corazón ganó el tesoro.
¿Y qué haré yo? Me bastará el amarte
ya que a mi amor corresponder no puedes...
Pero no se lo digas a Mercedes.

A Mercedes
Virgen, de puras vírgenes ejemplo,
flor delicada entre escogidas flores,
óyeme grata, si al cantar de amores,
la ya olvidada lira no destemplo.
Cuando escucho tu voz, cuando contemplo
de tus ojos los lánguidos fulgores
que rebelan un alma, encantadores,
de la dulzura y la inocencia templo;
es cuando a ti, Mercedes, sólo admiro,
sólo tú endulzas mi destino adusto,
sólo vivo por ti, por ti suspiro.
Y mi amor te declaro, porque es justo
que la beldad que lo inspiró, lo sepa...
Pero no se lo digas a la Pepa.

A mis amigos
La pasión que devórame insensata,
voy a decirla de primer envite:
fuego de amor mi corazón derrite,
fuego de amor mi espíritu arrebata.
¡Amigos! No juzguéis que es patarata,
ni hagáis mofa de mí, porque me irrite
viéndome en este juego sin desquite,
sin tener, ay, ni a quien llamar ingrata;
que en tal hoguera, en tan ardiente pira,
en tan estrechas e invencibles redes
en tal amor, lo que me da más ira,
es no poderles explicar a ustedes
si es Pepa o es Mercedes quien lo inspira
o lo inspiran las dos, Pepa y Mercedes.

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