José María Eguren Rodríguez nació en Lima el 7 de julio de 1874 y murió en la misma ciudad el 19 de abril de 1942. Fue un poeta, escritor, pintor y fotógrafo peruano. Entre sus obras más destacadas se encuentran Simbólicas, La Canción de las figuras, Sombra y Rondinelas.
Fue hijo de doña Eulalia Rodríguez Hercelles y don José María Eguren y Cáceda, siendo bautizado el mismo día de su nacimiento en la parroquia de San Sebastián. Debido a su salud precaria, fue un niño frágil y enfermizo. Durante su infancia y adolescencia, pasó largas temporadas en el campo, en la hacienda familiar Chuquitanta, propiedad de su hermano Isaac, ubicada a orillas del río Chillón, lejos de los estragos de la guerra con Chile y, sobre todo, de la ocupación de Lima por el ejército chileno, lugar que también fue utilizado como reducto de armas por el ejército patriota. El contacto con la naturaleza en Chuquitanta agudizó sus sentidos, lo que luego desarrollaría en su obra poética y literaria. Realizó sus estudios escolares en el Colegio de la Inmaculada de Lima, dirigido por los padres jesuitas, y luego en el Instituto Científico de Lima. Tiempo después continuó con sus estudios de manera autodidacta, en parte estimulado por su hermano mayor Jorge.
Hacia fines del siglo XIX, se trasladó al distrito de Barranco junto a su madre Eulalia y sus hermanas mayores Susana, Angélica y María Luisa, quienes permanecieron a su lado y de quienes nunca se separó. Barranco era una tranquila villa-balneario junto al mar y cercana a Lima, donde residió en paz y sosiego absolutos. Allí recibía a sus amigos intelectuales y discípulos, como Abraham Valdelomar, José Carlos Mariátegui, Martín Adán y Emilio Adolfo Westphalen.
Fue un lector voraz, primero de escritores y poetas románticos y modernistas, como Julio Herrera y Reissig; y luego de poetas decadentistas y simbolistas europeos, principalmente franceses, como Charles Baudelaire, Paul Verlaine y Stéphane Mallarmé, pero también de Gabriele D'Annunzio y Edgar Allan Poe; de la literatura infantil (Hermanos Grimm, Hans Christian Andersen); y de los grandes maestros del prerrafaelismo y el esteticismo inglés (John Ruskin, Dante Gabriel Rossetti, Oscar Wilde). Todos ellos dejaron, de alguna manera, una huella, pero muy asimilada y personal, en su obra creativa y en su pensamiento estético.
Desde temprano, Eguren colaboró con poemas en las revistas de la época: en 1899, por consejo de su amigo José Santos Chocano, publicó sus primeros poemas en las revistas Lima Ilustrada y Principios. Luego continuó publicando en las revistas de la década de 1910, como Contemporáneos, La Noche, Cultura y Colónida (en esta última revista recibió un homenaje por parte de los poetas Abraham Valdelomar y Alberto Hidalgo); y en los años veinte en Amauta, Mercurio Peruano, Prometeo, Presente, Social, Boletín Bibliográfico de la Universidad de San Marcos, Variedades y Mundial.
Así, en 1911, animado por sus amigos los poetas Enrique Bustamante y Ballivián, Julio Hernández y con el entusiasmo del maestro Manuel González Prada, Eguren publicó su primer libro importante: Simbólicas, que marcó el nacimiento de la literatura peruana del siglo XX y de la poesía peruana contemporánea. El libro fue celebrado por muchos, con algunas excepciones como la de Clemente Palma. En 1916, con la publicación de La Canción de las figuras, se consolidó su prestigio, no solo en Perú sino también en Europa y Estados Unidos.
En marzo de 1918, César Vallejo le hizo una célebre entrevista como corresponsal del semanario trujillano La Semana, en la que Eguren expresó, entre otras cosas:
"¡Oh, cuánto hay que luchar; cuánto se me ha combatido! Al iniciarme, amigos con cierta autoridad en estas cosas siempre me desalentaban. Y yo, como usted comprende, al final empecé a creer que me estaba equivocando. Solo, algún tiempo después, González Prada celebró mis versos."
Eguren también se dedicó intensa y continuamente a la pintura, siendo un artista plástico de gran interés. Plasmó en sus acuarelas y dibujos las figuras y motivos enigmáticos de su misma poesía. De hecho, participó tempranamente en una exposición en 1892. Su obra plástica fue alabada, entre otros, por el crítico más importante de la época, Teófilo Castillo. Eguren también se dedicó a la fotografía, para lo cual construyó una pequeña cámara fotográfica hecha con un tintero, con la que retrató a amigos y familiares.
En 1928, Martín Adán publicó La Casa de Cartón, con dedicatoria "a José María Eguren". En 1929, cuando ya estaba olvidado por el canon literario peruano, la revista Amauta organizó un homenaje a Eguren en su número 21, con ensayos y poemas de ilustres escritores como José Carlos Mariátegui, quien ya le había dedicado un estudio en su libro 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, Jorge Basadre, Xavier Abril, Gamaliel Churata, Carlos Oquendo de Amat, María Wiesse, entre otros. Además, Mariátegui editó ese mismo año, dentro de su Biblioteca Amauta, el tomo Poesías de Eguren, que era una extensa selección de sus cuatro libros de poemas: a los dos primeros editados por el mismo poeta, se añadían los hasta entonces inéditos Sombra y Rondinelas. Tiempo después, el crítico peruano Estuardo Núñez presentó su tesis en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos titulada La poesía de Eguren, que luego fue publicada como libro en 1932, donde Núñez realizó un estudio equívoco sobre la obra poética de Eguren.
Eguren inició en enero de 1930 la publicación de prosas de carácter principalmente ensayístico en revistas y periódicos de la época (como La Revista Semanal, El Comercio y La Prensa), las cuales luego fueron reunidas bajo el título general de Motivos, como se llamó uno de los primeros de aquellos textos, y que se constituye como su último libro redactado en vida, ya que por esos años Eguren ya no escribía poesía.
Gracias a las gestiones de su amigo el poeta José Gálvez Barrenechea, quien era Ministro de Instrucción durante la Junta Nacional de Gobierno presidida por David Samanez Ocampo, Eguren aceptó en 1931 el cargo de Director de Bibliotecas y Museos Escolares del Ministerio de Instrucción Pública, cargo que ostentó durante casi una década hasta 1940.
En 1938, recibió la visita de la poetisa Gabriela Mistral, su fiel admiradora desde la publicación de Simbólicas, quien pasó por Lima rumbo a Nueva York. En junio de 1941, por comunicación de José de la Riva-Agüero y Osma, Eguren fue elegido como miembro de número de la Academia Peruana de la Lengua (APL). Sin embargo, su precaria salud le impidió la recepción pública de tal designación. El reconocimiento oficial de quienes lo ignoraron durante décadas llegó al final de su vida, pues moriría un año después.
Hacia fines de la década del veinte, el poeta Eguren se trasladó nuevamente al centro de Lima, donde tuvo varios domicilios. Allí fue visitado hasta el fin de sus días por su entrañable amiga, la artista plástica Isabel de Jaramillo, "Isajara".
La canción del regreso
Mañana violeta.
Voy por la pista alegre
Con el suave perfume
Del retamal distante.
En el cielo hay una
Guirnalda triste.
Lejana duerme
La ciudad encantada
Con amarillo sol.
Todavía cantan los grillos
Trovadores del campo
Tristes y dulces
Señales de la noche pasada;
Mariposas oscuras
Muertas junto a los faroles;
En la reja amable
Una cinta celeste;
Tal vez caída
En el flirteo de la noche.
Las tórtolas despiertan,
Tienden sus alas;
Las que entonaron en la tarde
La canción del regreso.
Pasó la velada alegre
Con sus danzas
Y el campo se despierta
Con el candor; un nuevo día.
Los aviones errantes,
Las libélulas locas
La esperanza destellan.
Por la quinta amanece
Dulce rondó de anhelos.
Voy por la senda blanca
Y como el ave entono,
Por mi tarde que viene
La canción del regreso.
La danza clara
Es noche de azul oscuro...
en la quinta iluminada
se ve multicolora
la danza clara.
Las parejas amantes,
juveniles,
con música de los sueños,
ríen.
Hay besos, armonías,
lentas escalas;
y vuelan los danzarines
como fantasmas.
La núbil de la belleza
brilla
como la rosa blanca
de la India;
ríe danzando
con el niño la Muerte
cano.
Nocturno
De Occidente la luz matizada
Se borra, se borra;
En el fondo del valle se inclina
La pálido sombra.
Los insectos que pasan la bruma
se mecen y flotan,
y en su largo mareo golpean
las húmedas hojas.
Por el tronco ya sube, ya sube
La nítida tropa
De las larvas que, en ramas desnudas,
Se acuestan medrosas.
En las ramas de fusca alameda
Que ciñen las rocas,
Bengalíes se mecen dormidos,
Soñando sus trovas.
Ya descansan los rubios silvanos
Que en punas y costas,
Con sus besos las blancas mejillas
Abrazan y doran.
En el lecho mullido la inquieta
Fanciulla reposa,
y muy grave su dulce, risueño
semblante se torna.
Que así viene la noche trayendo
Sus causas ignotas;
Así envuelve con mística niebla
Las ánimas todas.
Y las cosas, los hombres domina
La parda señora,
De brumosos cabellos flotantes
Y negra corona.
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