Silvia, la causante de la muerte de Mariano Melgar Valdivieso
No nació la mujer para ser querida, por esquiva, por falsa y por mudable, porque es bella, débil, miserable, no nació para verse aborrecida.
CorrÃa el año 1810 en Arequipa. De pronto aparece Mariano Melgar, un joven de 20 años de edad, que llevaba su vida apegada a Dios en el monasterio de San Jerónimo, pero leÃa los clásicos de Ovidio, se ilusionaba y querÃa entonces a una señorita de nombre Manuelita Paredes, a quien de cariño le cambió el nombre a "Melissa", ya saben ustedes, capricho de poeta. Sin embargo, el padre de Melissa, al enterarse de los coqueteos de su hija con nuestro poeta, le prohibió que siguiera frecuentándolo y la casó con un abogado. Como resultado, Mariano Melgar empezó su primer cuadro depresivo por el rechazo de su Melissa.
Si no es, pues, para amar o ser amada, sola o casada, súbdita o primera, la mujer no ha nacido para nada.
Nuestro poeta atravesaba una crisis amorosa y en pleno lamento, su padre Juan de Dios lo llevó a una reunión familiar, el cumpleaños de un primo. En pleno compromiso, a nuestro héroe lo hacen recitar sus yaravÃes, tocar el charango y alegrar la fiesta. Pero al acabar su número, el poeta ve la imagen de una hermosa señorita de cabellos y ojos negros. Es en ese momento que Mariano conoció a su prima MarÃa de los Santos Corrales Salazar, de 13 años. Desde aquella fecha, Mariano quedó impactado por la belleza de su prima a tal punto que olvidó a Melissa.
Silvia es mÃa y yo soy de ella.
La buena relación con la madre de MarÃa, doña Manuela Salazar, harÃa que pudiera tener facilidad para frecuentar a su bella prima. La cortejaba, la sacaba a caminar, la ilusionaba, la llenaba de promesas, juramentos y ternura. Sin embargo, todo se terminó con la prematura muerte de doña Manuela. Ahora, Mariano ya no tenÃa la suerte de poder visitar a su Silvia, como la habÃa bautizado. En el mismo dÃa del sepelio, don José Corrales, padre de Silvia, le pidió a Mariano que dejara de frecuentar a su hija, siendo este el inicio del lamento de nuestro héroe.
Por qué a verte volvÃ, Silvia querida, ay triste, ¿para qué?, para trocarse mi dolor en más triste despedida.
Mariano la buscaba, le enviaba cartas, la esperaba, pero ella lo rechazaba. El desdén aumentaba para nuestro poeta; Melgar se desesperaba, se ahogaba, lloraba por la mujer que quiso más que a su vida. Su padre lo envió a Lima a estudiar leyes. Mariano se marchó, estuvo 52 dÃas y pronto regresó a Arequipa. No podÃa seguir lejos de Silvia. Pero, a pesar de que él sabÃa que no tenÃa la mejor posición para estar con Silvia, no le importó. Su corazón era valiente, aun sabiendo que ella estaba comprometida con Manuel Amat y León.
Juramos ser suyo y ella mÃa, yo cumplà y ella no se acordó más, mayor falsÃa jamás hallar espero, amor no quiero, no quiero más amar.
Mariano entró en depresión. Su pecho apretaba el amargo sabor de ver a la mujer que amaba en brazos de otro. Sus lágrimas invadÃan los versos tristes que le dedicaba a Silvia. Su llanto era su fiel compañero de sus noches oscuras, lúgubres y apagadas. El poeta ya no podÃa seguir aguantando estar sin ella, tenÃa que hacer algo, tenÃa que verla por última vez, tenÃa que verla sonreÃr. Pero hasta para eso tenÃa que estar cerca de ella, y lo más cerca que estaba era de su muerte, puesto que la fiebre lo habÃa debilitado. En su cama fue encontrado grave por su padre Juan de Dios, quien de manera rápida lo auxilió. DÃas después lo mandaron a Majes a casa de una de sus hermanas mayores; alejarlo de Silvia era lo mejor.
La venda póngansela ustedes que son los engañados, América será libre en menos de diez años.
Pronto Mariano conocerÃa a los hermanos Angulo y Mateo Pumacahua. FormarÃa parte de su ejército como auditor de guerra. Mariano amaba tanto a la patria como a Silvia. Pronto el ejército patrio se enfrentarÃa contra los realistas en la conocida batalla de Umachiri al sur de Puno, batalla que fue la última donde Melgar vio la luz. Luego serÃa capturado y posteriormente fusilado, pero hasta el último instante nuestro héroe no le rindió pleitesÃa a los españoles. Nunca se puso de rodillas y siempre mostró esa casta peruana única y orgullosa. La orden de fuego se oyó a toda marcha, los mercenarios dispararon a quemarropa contra nuestro poeta. Mariano sonrió; tal vez en el último suspiro se acordó de Silvia. El resto es historia...
Referencia bibliográfica
Enfoques Perú. (2024). SILVIA
LA CAUSANTE DE LA MUERTE DE MARIANO MELGAR VALDIVIESO. https://enfoquesperu.com/silvia-la-causante-de-la-muerte-de-mariano-melgar-valdivieso/
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