El mito del Minotauro - Amantes de la literatura

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6.10.22

El mito del Minotauro





Se cuenta que Pasifae, esposa del rey de Creta  Minos, incurrió en la ira de Poseidón y este, como castigo, la condenó a dar a luz a un hijo deforme: el Minotauro, el cual tenía un enorme cuerpo de hombre y cabeza de toro. Para esconder al monstruo, Minos ordenó al famoso arquitecto Dédalo que construyera un laberinto, una construcción tremendamente complicada de la que muy pocos conseguían salir.

 

Escondió allí al Minotauro. Cada luna nueva era imprescindible sacrificar un hombre para que el Minotauro pudiera alimentarse, pues subsistía gracias a la carne humana. Cuando este deseo no le era concedido, sembraba el terror y la muerte entre los habitantes de la región. El rey Minos tenía otro hijo, Androgeo. Mientras este se encontraba  en Atenas para participar en diversos juegos deportivos de los que había resultado vencedor, fue asesinado por atenienses. Minos, al enterarse de la trágica noticia, juró vengarse; reunió a su ejército y se dirigió  luego a Atenas, que al no estar preparada para semejante ataque, tuvo pronto que capitular y negociar la paz.

 

El rey cretense recibió a los embajadores atenienses, les señaló que habían matado a su hijo e indicó que las condiciones para la paz. Atenas enviaría cada nueve años siete jóvenes y siete doncellas a Creta, para que con su vida pagaran la de su hijo fallecido. Los embajadores se sintieron presos del terror cuando el rey añadió que los jóvenes serían ofrecidos al Minotauro. Pero no les quedaba otra alternativa más que la de aceptar tal difícil condición. Tan sólo tuvieron una única concesión: si uno de los jóvenes conseguía el triunfo sobre el Minotauro, la ciudad se libraría del atroz tributo.

 

Dos veces Atenas había pagado ya el terrible precio; pues dos veces una nave de origen ateniense e impulsada por velas negras había conducido, como se indicaba, a siete doncellas y siete jóvenes para que se dirigieran así al fatal destino que les esperaba. Sin embargo, cuando llegó el día en que se sortearía  los nombres de las próximas víctimas, Teseo, único hijo del rey de Atenas Egeo, propuso embarcarse como parte del tributo,  arriesgando su propia vida con tal de librar a la ciudad de aquella horrible carga.

 

Por tanto, al día siguiente, el y sus compañeros embarcaron y Teseo prometió a su padre que cambiaría por velas blancas las negras velas de la embarcación, una vez que hubiera derrotado al monstruo.

 

El contingente llegó a Creta y los enviados debían permanecer custodiados en un sitio situado en las afueras de la ciudad hasta el momento de ser llevados al laberinto. Esta prisión reservada a las víctimas de los sacrificios estaba rodeada por un parque que colindaba con el jardín en que las dos hijas de Minos, Fedra y Ariadna solían pasearse. La fama del valor y de la belleza de Teseo había llegado a oídos de las dos doncellas, la mayor de las cuales Ariadna deseaba fervientemente conocer y ayudar al joven ateniense.

 

Cuando consiguió verlo, le ofreció un ovillo de hilo y le indicó que este representaba su salvación y la de sus compañeros ya que deberían atar un cabo a la entrada del laberinto y, a medida que penetraban en el, debían devanarlo regularmente. Una vez muerto el Minotauro, podrían enrollarlo y encontrar así el camino a la salida. Además, sacó de entre los pliegues de su vestido un puñal y se lo entregó a Teseo. Le manifestó que estaba arriesgando su vida por el, pues si su padre se llegaba a enterar de su ayuda, se enfurecería con ella. Así que le pidió que, en caso de vencer a la bestia,  la llevara con él

 

Al día siguiente, el joven ateniense fue conducido junto a sus compañeros al laberinto y, sin ser visto, ató el ovillo al muro y dejó que el hilo se fuera devanando poco a poco. Adentro, el monstruo esperaba hambriento. Teseo avanzaba decidido. Cuando se encontró frente al terrible Minotauro, aprovechó el momento en que este se abalanzó  sobre el y hundió su puñal en el cuerpo de la  bestia. Una vez concretada su misión, solo restaba desandar el camino, siguiendo el hilo que le había entregado Ariadna y salir del laberinto. ¡Había salvado a su ciudad!

 

En el momento de partir, Teseo a escondidas condujo a bordo de la embarcación a Ariadna y también a su bella hermana. Durante el viaje, la nave ancló en la isla de Nassos para refugiarse de una furiosa tempestad y, cuando los vientos se calmaron, no pudieron encontrar a Ariadna, a pesar de haberla buscado por todas partes.

 

Teseo continuó su viaje hacia Atenas, pero olvidó cambiar las velas del barco como había prometido a su padre. Este creyó que su hijo había muerto en su encuentro con el Minotauro, no pudo soportar su dolor y se arrojó, desde una torre alta, al mar que hoy lleva su nombre: Egeo.

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