Tengo
la honra de saludar a sus Altezas Reales los Príncipes Herederos, a los
Honorables Miembros del Cuerpo Diplomático, a los componentes de la Academia
Sueca y a la Fundación Nóbel, a las eminentes personalidades del Gobierno y de
la Sociedad aquí presentes:
Hoy
Suecia se vuelve hacia la lejana América ibera para honrarla en uno de los
muchos trabajos de su cultura. El espíritu universalista de Alfredo Nóbel
estaría contento de incluir en el radio de su obra protectora de la vida
cultural al hemisferio sur del Continente Americano tan poco y tan mal
conocido.
Hija
de la Democracia chilena, me conmueve tener delante de mí a uno de los
representantes de la tradición democrática de Suecia, cuya originalidad
consiste en rejuvenecerse constantemente por las creaciones sociales valerosas.
La operación admirable de expurgar una tradición de materiales muertos
conservándole íntegro el núcleo de las viejas virtudes, la aceptación del
presente y la anticipación del futuro que se llama Suecia, son una honra
europea y significan para el continente Americano un ejemplo magistral.
Hija
de un pueblo nuevo, saludo a Suecia en sus pioneros espirituales por quienes
fue ayudada más de una vez. Hago memoria de sus hombres de ciencia,
enriquecedores del cuerpo y del alma nacionales. Recuerdo la legión de
profesores y maestros que muestran al extranjero sus escuelas sencillamente
ejemplares y miro con leal amor hacia los otros miembros del pueblo sueco:
campesinos, artesanos y obreros.
Por
una venturanza que me sobrepasa, soy en este momento la voz directa de los
poetas de mi raza y la indirecta de las muy nobles lenguas española y
portuguesa. Ambas se alegran de haber sido invitadas al convivio de la vida
nórdica, toda ella asistida por su folklore y su poesía milenarias.
Dios
guarde intacta a la Nación ejemplar su herencia y sus creaciones, su hazaña de
conservar los imponderables del pasado y de cruzar el presente con la confianza
de las razas marítimas, vencedoras de todo.
Mi
Patria, representada aquí por nuestro culto Ministro Gajardo, respeta y ama a
Suecia y yo he sido invitada aquí con el fin de agradecer la gracia especial
que le ha sido dispensada. Chile guardará la generosidad vuestra entre sus
memorias más puras.
10 de diciembre
de 1945
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