Ribeyro se confiesa: «Todavía no sé quién soy»

 

Fotografía: Guillermo Niño de Guzmán

Entrevista: Luis Eduardo García y Nivardo Córdova

Importante: Esta entrevista se publicó en el Suplemento “Dominical” del Diario La Industria, Trujillo (Perú), Domingo 9 de Mayo de 1993. Posteriormente, ha sido reeditada en los libros «Tan frágil manjar» (2003 y 2014 y 2019) de Luis Eduardo García y «Las respuestas del mudo» (2009 y 2015) de Jorge Coaguila.

Como bien se ha dicho, hay escritores que buscan infructuosamente la fama, y hay otros que son perseguidos por ella durante su vida. Julio Ramón Ribeyro pertenece sin duda a los de esa última especie. A pesar de él mismo, este hombre se ha convertido en un personaje público, en un escritor famoso.

El fin de semana pasado estuvo presente en Chiclayo, con ocasión de la premiación del concurso literario «Lundero» (1). Allí fue aclamado sin miramientos por una multitud que abarrotó las instalaciones del teatro Dos de Mayo (2), pugnando por un autógrafo o por darle la mano. El corolario de la noche resultó inusual para un escritor, tuvieron que sacarlo prácticamente en vilo y meterlo en un auto, antes que fuese tragado por esa avalancha humana.

Sin embargo, Julio Ramón Ribeyro no se ha mostrado ni desfigurado por la fama. Al contrario, es reacio a conceder entrevistas y tener una vida pública. Aprovechándonos de su generosidad y su amistad con el escritor Guillermo Niño de Guzmán logramos esta breve entrevista.

Fue al promediar las nueve de la mañana en la terraza de un hotel (3) frente a unas cervezas. Allí estaba Ribeyro, modesto, tímido, casi avergonzado por su celebridad. Sin duda, un símbolo viiente de la cultura peruana.

– En tu diario, al que has titulado «La tentación del fracaso», afirmas que te sientes incapacitado para la vida, para sobrevivir. ¿Crees que escribes por esa razón?

– En varias ocasiones he pensado que en la escritura, en la literatura he encontrado satisfacciones que no me ha dado la vida. Se puede decir que escribo por la dificultad de vivir.

– ¿Crees entonces que la literatura te aleja de la vida?

– No sé hasta qué punto, porque el escribir también es una forma de vivir, es una elección que uno hace. Entre lo que yo llamo el canto de sirena de la vida, osea una vida extrovertida, volcada hacia lo exterior, y el oficio literario que es más bien descender hacia los propios abismos humanos, no hay grandes diferencias, ambas son formas de existir.

– En ese sentido, ¿cuánto te ha permitido la literatura conocerte a ti mismo?

– Es algo que estoy intentando realizar desde hace más de cuarenta años. Testimonio de ello es mi diario, que empecé a escribirlo en el 50 y que llega hasta el 93. Bueno, yo puedo decirles con toda franqueza, que cuando lo he releído (no en su totalidad, porque es demasiado largo), cuando lo he hojeado me doy cuenta de que no sé quien soy… (sonríe).

– Entonces, ¿cuán útil y beneficioso para tu propia literatura ha sido escribir un diario?

– Por un lado puede haber sido útil, pero como lo digo en el prólogo del primer tomo de mi diario, puede haber sido una coartada para no escribir otras cosas. Cuando uno no tiene que escribir o cuando resulta difícil escribir asuntos de ficción escribe diarios, en esa forma uno se siente como recompensado.

A partir de la publicación de tu diario se han publicado otros libros similares, como el de Vargas Llosa o Bryce, pareciera que se han puesto de moda este tipo de textos…

– Hay que hacer una distinción porque los lectores a veces confunden un poco los géneros intimistas, entre los cuales están las autobiografías, las memorias, los diarios, los libros de recuerdos, que no son lo mismo. Lo que ha escrito Vargas Llosa es una autobiografía, mejor dicho un libro de memorias parcial, porque abarca solo determinados períodos de su vida. «Permiso para vivir», publicado por Bryce en Madrid, es más bien un libro de recuerdos.

Los diarios no están escritos mirando hacia atrás sino mirando al presente, porque uno escribe lo que está ocurriendo en ese momento. Libros de memorias se han escrito muchos en el Perú y autobiografías también. Diarios, muy poco. Yo conozco solamente un par de diarios escritos por peruanos en los últimos cincuenta años.

– ¿Dirías que el diario es un género olvidado en la literatura latinoamericana?

– No creo que se haya olvidado. Hay mucha gente que escribe diarios. Lo que pasa es que no los publica. O escriben diarios sin la intención de que tengan valor literarios. En mi caso, mi diario al comienza era una manera de registrar los acontecimientos que me impresionaban diariamente, pero con el tiempo se fue convirtiendo un una obra, aparte de ser un testimonio personal.

– Entendemos que lees muy poco. ¿Acaso estás más cerca de los autores clásicos?

– Leo poco, ciertamente. No puedo ni tengo tiempo de leer todo lo que se publica. Respecto a lo editado en el Perú más o menos sigo las publicaciones más recientes. Llegada cierta edad, al menos en mi caso, se vuelve a las lecturas de juventud, a las lecturas que uno ha realizado en su período de formación. En ese sentido sí releo mucho. Pero claro, releo solo a los grandes autores que me impresionaron y que me enseñaron algo, sobre los cuales regreso para encontrar esas enseñanzas. Por ejemplo el poeta romano Horacio, Montaigne, y otros más cercanos como Proust y Henry James.

RIBEYRO EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS

– Tú radicas en Francia desde hace mucho tiempo, pero mantienes contacto con nuestro país. ¿Qué impresión te produce volver al Perú?

– Bueno, yo regreso al Perú todos los años desde hace una veintena de años de vacaciones, por un mes, dos o tres meses en cada oportunidad, de modo que no puedo apreciar mucho el contraste. Pero sí lo comparo con el Perú de hace veinte años hay una diferencia extraordinaria.

– Sin embargo en «Los gallinazos sin plumas» pareces hacerte adelantado en describir la crisis que vivimos…

– Cuando lo escribí no me imaginaba que sería el pequeño germen de un fenómeno social que iba a tener más amplitud en el Perú de hoy. Porque es esa época los muchachos que recogían basura eran un puñado, en la actualidad son decenas de miles. Ahora no son sólo niños, es una gran industria del muladar. En esa forma sí puede haber sido un cuento premonitorio.

– Se dice que en tus cuentos has captado el mito del fracaso en el Perú. ¿Crees que es exacta esa apreciación?

– Recuerdo que Vargas Llosa decía en un artículo que escribió sobre mí que toda mi narrativa era una alegoría de la frsutración del ser peruano. Creo que es un enfoque acertado. En realidad uno de los temas esenciales de mis obras son las historias de la frustración y el fracaso de los personajes doblegados, sin salida, por razones no sólo económicas y sociales, sino también psicológicas, personales. Es una interpretación de la realidad del destino del ser humano, no solo del peruano sino del hombre en general.

LA RISA, LA PERFECCIÓN Y LA FELICIDAD

– Notamos que en tu literatura hay un gran sentido del humor. ¿Eres consciente de ellos? ¿Lo haces a propósito con alguna finalidad?

– Es interesante que anotes eso, porque los críticos han destacado el aspecto sórdido, sombrío, dramático, melodramático de mi literatura, pero en efecto hay intencionalmente un sentido del humor, pero un humor que no es negativo, sino que encierra una cierta conmiseración para con el personaje y la situación.

– El buen humor es difícil de lograr. ¿De dónde proviene ese aprendizaje?

– Bueno, son lecturas. A mí me han interesado los autores que tienen no un humor negro sino más bien gris. Entre ellos Flaubert, Maupassant, Chejov, Kafka.

– Te han llegado inclusive a comparar con ellos. Se dice que no solo eres un gran cuentista peruano sino universal. ¿Cómo asumes ese reconocimiento?

– Obvamente es exagerado. Talvez me puedo considerar como el escritor de cuentos más fecundo, porque he abarcado un espectro amplio de los problemas humanos. Pero en fin, si piensan que tengo una audiencia y mayor reconocimiento para mí sería muy satisfactorio.

– Sobre todo eres bastante popular entre los jóvenes y no solamente entre los entendidos. Tus cuentos son lecturas casi obligatorias, se publican en antologías, en textos de secundaria…

– Sí, he tenido la sorpresa en Lima de recibir llamadas y visitas de estudiantes de colegios nacionales o particulares que están leyendo mis obras y me llaman por teléfono para una tarea que les han dado. Es realmente muy simpático encontrar esta acogida.

– Hay un cuento tuyo muy simbólico que se llama «Polvo del saber». ¿Proviene de alguna experiencia particular?

– Está basado en un hecho real. Esa biblioteca empolvada y que aparece destruida por las polillas y la humedad es la biblioteca de mi bisabuelo, que por cuestiones de herencia cayó en manos de una persona que no le interesaban los libros y la arrumó en un cuarto, donde desapareció.

– Escribir cuentos buenos es muy difícil. ¿Cuál ha sido el cuento más trabajoso?

– Los que más trabajo me han costado son los cuentos que todavía no he terminado y están hace veinte años en sus carpetas, y que de vez en cuando rescato. Si hablamos de los publicados, me ha resultado trabajoso escribir «Silvio en el rosedal», que me costó tres años terminarlo.

– Para muchos, un cuento perfecto…

– Así dicen… (ríe)

– Hablando de perfección, ¿cómo concibes un cuento perfecto?

– Para empezar, es el que se lee de un solo tirón, en el cual no sobra ni falta una coma, que produce una emoción intensa en el lector y se recuerda para siempre?

– Una última pregunta, ¿la literatura te ha hecho feliz?

– Puedo afirmar que sí. Con algunas reticencias, pero sí.


(1) El Concurso Literario «Lundero» era organizado por el suplemento cultural «Lundero», editado por el diario La Industria de Trujillo y Chiclayo, impulsado por su propietaria María Ofelia Cerro Moral, quien además fue promotora de la Bienal de Arte de Trujillo. En 1993, Julio Ramón Ribeyro asistió como miembro del jurado calificador.
(2) El Teatro Dos de Mayo fue construido en 1877 durante el gobierno de Mariano Ignacio Prado. Se ubica en la calle La Point, también conocida como calle Teatro.
(3) Garza Hotel, en el centro de Chiclayo.

Créditos: nivardocordova.wordpress.com

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