- Los tres nombres previos de la novela: "La ciudad y los perros" tuvo tres títulos antes de quedarse definitivamente con el que todos conocemos. Vargas Llosa le puso primero "La morada del héroe", en referencia al Colegio Militar Leoncio Prado. Luego pasó a llamarla "Los impostores", con el que ganó el Premio Biblioteca Breve en 1962. El crítico José Miguel Oviedo cuenta que el entonces joven escritor no estaba contento con este nombre. Según él, le sugirió dos títulos: "La ciudad y la niebla", en alusión al cielo encapotado y gris de Lima, y "La ciudad y los perros". "¡Ese es el título!", dijo Vargas Llosa al escuchar la sugerencia de Oviedo.
- Ninguna editorial aceptaba su novela: Mario Vargas Llosa terminó de escribir "La ciudad y los perros" en París en 1961, después de tres años intensos de escritura y reescritura. El autor envió su manuscrito a diversas editoriales españolas y latinoamericanas, pero todas lo rechazaron. Su amigo, el hispanista francés Claude Couffon, fue quien le recomendó enviarlo a la pequeña editorial Seix Barral, dirigida por el audaz Carlos Barral, quien lograría evadir la censura del gobierno del dictador Francisco Franco.
- Cuestión de sinónimos: Los censores del franquismo hicieron cambiar al autor algunas palabras que consideraban inadmisibles. No toleraron que un coronel tuviera un "vientre de ballena", porque a su juicio ridiculizaba a la institución, pero sí aceptaron "vientre de cetáceo". Además, se escandalizaron porque Mario Vargas Llosa escribió que el capellán del colegio merodeaba burdeles, pero sí aceptaron que el autor lo cambiara por "prostíbulo".
- Amenazaron con enjuiciarlo: En 1964, el fundador del Colegio Militar Leoncio Prado, general José del Carmen Marín, anunció que enjuiciaría a Mario Vargas Llosa, a quien calificó de "comunista" y "morboso". La Sociedad Peruana de Escritores consideró este anuncio como "un peligroso brote de inquisición".
- La quema de los libros: La furia desatada en el Ejército por la novela conllevó a un supuesto acto que hasta hoy es una leyenda urbana: la quema de mil ejemplares de la edición peruana de "La ciudad y los perros" en el patio del Colegio Militar Leoncio Prado. Este rumor catapultó el éxito de la obra.
- Una novela sin dedicatoria: "La ciudad y los perros" es uno de los pocos libros de Vargas Llosa que no tiene dedicatoria. Y entre sus novelas más célebres, la única. Sus otras entregas narrativas sin dedicatoria son "Los jefes" (1959) e "Historia de Mayta" (1984).
- El Jaguar era nieto de Francisco Bolognesi: El cadete en el que se inspiró Vargas Llosa para construir la figura del Jaguar se llamaba Estuardo Bolognesi. En su libro "El cadete Vargas Llosa", el periodista Sergio Vilela afirma que este era nieto de El Héroe de Arica, el coronel Francisco Bolognesi. Quienes conocieron de cerca al joven cadete decían que era burlón y "trompeador".
- Vargas Llosa no entendió su propia novela: Cuando la novela se tradujo al francés, Vargas Llosa se reunió con el crítico literario Roger Callois, y en el encuentro este le expresó convencido de que, a diferencia de lo sugerido por la obra, el Jaguar no mató al Esclavo, pero se atribuyó su muerte para recuperar la autoridad entre sus compañeros. "¡Usted no ha entendido la novela. ¡Reflexione!", le espetó el francés al Nobel.
- Traducción y traición: "La ciudad y los perros" ha sido traducida a más de 30 idiomas, siendo la edición en francés la primera que salió a la luz en 1966, respetando el nombre original (La ville et les chiens). Sin embargo, en inglés la novela se titula "The time of the Hero" (El tiempo del héroe), mientras que la primera versión portuguesa llevó por nombre primero "Batismo de fogo" y luego "A cidade e os cachorros".
- "¡Qué me mira, cadete! ¿Quiere que le regale una fotografía mía calato?": La famosa frase que pronuncia el Teniente Gamboa en la versión cinematográfica de la novela no pertenece a Mario Vargas Llosa. Aunque la cinta capta el espíritu de la obra, esta ocurrencia, que tampoco estaba en el guion de José Watanabe, provino de los actores Gustavo Bueno, quien encarna a Gamboa, y Ramón García, quien le contó a aquel una de las anécdotas de su paso por el colegio Leoncio Prado.