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Las penas del joven Werther (Resumen)

SohaniSharma
 
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Las penas del joven Werther

El joven Werther, de unos 20 años, escribe una carta a su íntimo amigo Wilhelm, relatando los pormenores de un viaje a la ciudad natal de su tía. Allí, Werther se ocupa de unos trámites sucesorios e intenta zanjar las diferencias entre su madre y su tía. El cambio de aire le hace bien, ya que aprovecha para huir del amor de una muchacha, cuyos sentimientos no puede corresponder. Pero los motivos del viaje pronto se vuelven intrascendentes para Werther: si bien no disfruta particularmente de la ciudad, la magnífica naturaleza de sus alrededores lo tiene maravillado. Durante horas, recorre el idílico paisaje, lee los textos de Homero, disfruta de la arrebatadora belleza de los jardines y se asombra con cada planta, con cada flor, que encuentra al costado del camino. Aunque Werther tiene ante sí los mejores motivos para dibujar, su producción artística es casi nula; tal es la fuerza con la que la expresividad de la naturaleza lo atrapa.
 
Pronto se hace conocido en los pueblos cercanos y los niños lo quieren muy especialmente. Si bien los hombres sencillos al principio guardan cierta distancia –el recién llegado es, después de todo, un burgués–, Werther desdeña el exagerado esnobismo de su clase social, y por ello los campesinos pronto están dispuestos a hablar con él. A una hora de la ciudad, Werther descubre un pequeño lugar llamado Walheim, cuyo paisaje le atrae particularmente. En una hostería, junto a dos árboles de tilo, disfruta de una copa de vino y dibuja. Aquí, un campesino le habla de su gran amor. Lo interesante de este relato es que el hombre se ha enamorado de su ama, una viuda que no quiere volver a contraer matrimonio. Werther se conmueve ante la sinceridad de su amor.
 
Lotte

La escritura de Werther, por lo general asidua, se ve interrumpida. El motivo es un hecho que cambiará por completo su vida. Werther describe un baile en la campiña, al que lo han invitado algunos de sus ahora numerosos conocidos. El joven asiste con una muchacha a quien, si bien no le interesa en absoluto, quiere acompañar como compañero de baile por esa noche. De camino al baile, ellos pasan por una cabaña de caza para recoger a otra muchacha que también irá a la fiesta. Su nombre es Charlotte. Es la hija mayor de un funcionario de alto rango, de nombre S., cuya esposa ha muerto poco tiempo atrás. Werther conoce a Lotte rodeada de sus seis pequeños hermanos, a quienes sirve la cena con una gracia extrema. Werther, que ama a los niños por sobre todas las cosas, queda prendado de inmediato. Su acompañante ya le había dicho en la carroza que Lotte era una muchacha particularmente bella. También le había advertido que no debía enamorarse de ella, porque ya estaba prometida a Albert, un hombre once años mayor que ella, que por el momento se encontraba de viaje ocupándose de algunos asuntos familiares.
 
Al principio, Werther no presta atención a la advertencia, pero, en cuanto ve a Lotte, queda fascinado por ella. En la carroza hablan sobre literatura y se da cuenta de que tienen los mismos intereses. En el baile, Lotte baila casi toda la noche con Werther, quien, a su vez, cede gustoso a su compañera de baile al compañero de Lotte. Así pasan toda la velada juntos. De pronto, se desata una fuerte tormenta y el grupo comienza a separarse poco a poco. Lotte compara los ánimos luego de la tormenta con una oda de Klopstock, el principal exponente del sentimentalismo. Werther queda completamente seducido por esta comparación. Le parece haber encontrado un alma gemela, que es tan sensible como él. Con lágrimas en los ojos, besa la mano de Lotte y la acompaña a casa.
 
Días de felicidad

Durante los días que siguen, Werther visita a Lotte casi a diario y se entretiene jugando con sus hermanos. Con gran alegría, se encarga de los recados con tal de poder estar cerca de ella. La acompaña en sus caminatas cada vez que va a visitar a una amiga que está enferma. Cuando Werther no puede ir a visitar a Lotte porque otros asuntos le retienen, envía a un recadero para enterarse de todo y para tener cerca a alguien que, a su vez, haya estado cerca de ella. Quiere dibujar a Lotte, pero confiesa que su arte no es suficiente para hacer justicia a la gracia y belleza de la muchacha. Poco después, traza su perfil. Werther se da cuenta de que se ha enamorado de Lotte, aunque sabe que está prometida a Albert. Sin embargo, mientras Albert esté lejos, Werther puede negar su existencia.
 
El regreso de Albert

Todo cambia a finales de julio, con la llegada de Albert. Werther sabe que su amor nunca será correspondido y que Lotte le está vedada. La relación alegre y feliz que tenían se vuelve más y más oscura, porque Werther no sabe cómo salir de la encrucijada en la que se encuentra por no haber controlado sus sentimientos por Lotte. Al releer las anotaciones de su diario íntimo, debe confesarse que corrió con los ojos abiertos hacia su desgracia. Para colmo de males, Albert es una persona muy agradable, que recibe a Werther con los brazos abiertos y le ofrece su amistad. Werther admite que le gusta el carácter tranquilo y equilibrado de Albert, a pesar de que es lo opuesto de su propio carácter. Sin embargo, siente que no es lo mismo cuando se encuentra con Lotte junto a su prometido. Esto llega al punto de hacer el ridículo frente a los dos, cuando empieza a hacer poses. A su vez, la situación irrita tanto a Lotte, que le exige que deje de hacerlo. Werther le agradece a Albert que nunca bese a su prometida frente a él, puesto que eso le destrozaría el corazón.
 
Dos semanas después del regreso de Albert, los dos hablan sobre dos pistolas que están colgadas en la pared. Werther le pide prestada una, para llevarla durante un paseo por las montañas. Albert no se opone, pero le dice que no están cargadas, y relata una experiencia desagradable: tiempo atrás, uno de sus sirvientes limpiaba las pistolas y decidió asustar con ellas a una de las muchachas del servicio. Un arma se disparó y la muchacha perdió un pulgar. Como una broma, Werther se pone una de las pistolas en la frente. Albert se la quita de inmediato y lo regaña. Albert considera que el suicidio es un acto de debilidad, un acto estúpido y pecaminoso que solo pueden cometer los locos y las mentes limitadas. Werther, por el contrario, considera que el hombre solo puede tolerar un determinado umbral de dolor y que el suicidio es la última expresión de libertad y honor para las almas infelices. Los dos hombres se separan sin haber logrado acercar sus opiniones. Sus ideas sobre el asunto son demasiado diferentes.
 
Huida y servicio en la corte

La maravillosa naturaleza que Werther había admirado hasta entonces le resulta ahora una horrible desgracia. El crecimiento y el florecimiento paradisíaco de las plantas frente a su casa le parecen un paso previo a la putrefacción. Percibe a la naturaleza con un monstruo rumiante. Werther sufre por su amor no correspondido. No puede hablar, pero tampoco puede descansar. Toma la decisión de marcharse para distraerse, pero, antes de partir, visita por última vez a Lotte y Albert. Lotte habla de la muerte de su madre y se torna muy emotiva al recordarla. Sin despedirse verdaderamente, Werther abandona el lugar y se pone al servicio de un ministro. Su confidente, Wilhelm, ya le había aconsejado dar este paso, tiempo atrás.
 
En efecto, Werther logra olvidar a Lotte por un tiempo. En febrero se entera por casualidad de su casamiento con Albert. El enviado, con quien Werther trabaja en su nuevo puesto, le incomoda como una piedra en el zapato. El hombre es burocrático, ampuloso, aburrido, está constantemente insatisfecho y es pedante. Los nobles de la corte también despiertan un odio particular en Werther. En sus ojos, ellos son la encarnación del oportunismo puro, porque agachan la cabeza ante los que están arriba de ellos y golpean con los pies a los que están debajo de ellos. Su aspiración de ser respetado por ellos termina en una humillación: aunque Werther está invitado a compartir la mesa con el conde, debe marcharse cuando el grupo de nobles invitados a la velada ingresa a la sala. El indeseable burgués, sin embargo, vacila, y los nobles toman a mal lo que consideran una actitud extremadamente embarazosa. Más tarde, Werther se enterará de que la historia ha corrido como reguero de pólvora por la corte. Está enojado y se queja con su amigo Wilhelm, diciéndole que haber tomado el puesto fue un grave error desde el principio. Una semana más tarde, Werther exige ser liberado de sus funciones en la corte. De camino a la finca de un príncipe que lo ha invitado, pasa por el lugar donde transcurrió su niñez y sus recuerdos despiertan durante una peregrinación por el lugar.
 
Volver a ver a Lotte

Werther pronto abandona su plan de ir a la guerra. Así es que, hasta el verano, pasa su tiempo con el príncipe. Pero luego empieza a aburrirse y regresa a Walheim, a la cercanía de Lotte. Werther vuelve a visitarla con frecuencia. Su amor por Lotte vuelve a encenderse, pero también lo hacen sus celos hacia Albert, a quien envidia por su gran suerte.
 
Werther está completamente convencido de amar más a Lotte de lo que lo hace su propio marido. Reacciona con consternación cuando vuelve a encontrarse con el campesino cuya historia de amor lo había conmovido tanto durante su primera visita a Walheim. El campesino le confiesa entre lágrimas que intentó conquistar su felicidad en el amor con violencia. El resultado fue que el hermano de la dueña del campo lo echó de la propiedad. Werther reconoce el paralelismo con su desdichada historia de amor. Más tarde se entera de que la mujer en cuestión había encontrado un nuevo siervo, pero que el anterior, ahogado en celos, lo asesinó. Werther comprende los motivos de tal acción, a diferencia de Albert, quien juzga al campesino con gran dureza.
 
El final de Werther

Werther se ve más y más envuelto en su desgraciado amor por Lotte. Sus cartas a Wilhelm se vuelven cada vez más extáticas y fragmentarias.
 
El domingo anterior a la Navidad, la paciencia de Lotte se agota: cortésmente, pero con firmeza, advierte a Werther que debe contenerse y dejar de visitarla hasta Navidad. Werther no oculta su desazón, regresa temprano a casa y escribe una carta de despedida. “Quiero morir”, le escribe a Lotte. Llega a la amarga conclusión de que uno de ellos deberá sacrificarse para que los otros dos puedan seguir viviendo en paz.
 
Al día siguiente, Werther arregla todos sus papeles y regresa a ver a Lotte, en contra de la solicitud expresa de ella. Albert no está y Werther aprovecha para leer algunos de los cantos de Barden Ossian, a quien ha traducido. Las ominosas descripciones de la naturaleza y el tono melancólico de las epopeyas gaélicas agitan los sentimientos de ambos. Reconocen en ellas su propio destino cruel. Lotte rompe en llanto, Werther la abraza y la besa. Furiosa, Lotte lo aleja de sí y lo amenaza con no volver a verlo nunca más. Werther se queda por un rato en la habitación de la muchacha; luego, abandona la casa sin despedirse, para terminar la carta para Lotte.
 
Al día siguiente, envía a uno de sus sirvientes a ver a Albert, con la solicitud de que le preste las pistolas. A la mañana posterior, el sirviente encuentra a Werther en su cuarto. Vestido con sus mejores ropas, un frac azul y un chaleco amarillo, se ha quitado la vida a la medianoche, con un disparo en la cabeza. Sobre su escritorio se encuentra, abierta, la tragedia burguesa de Lessing, Emilia Galotti. Los médicos que llegan al lugar ya no pueden hacer nada por Werther. Albert está conmocionado. Lotte se desmaya. A pedido de Werther, el padre de Lotte permite que lo entierren entre los dos árboles de tilo de Walheim.

Texto corregido por Robert López
Ahmedabad
Kolkata
Hyderabad

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