María García Granados y Saborío, quien también es conocida como "La Niña de Guatemala", nació en 1860, era una dama de sociedad guatemalteca, hija del general Miguel García Granados, que fue presidente de Guatemala, y cuya residencia era utilizada para realizar tertulia de artistas y literatos destacados.
María, además era sobrina de María Josefa García Granados, influyente poetisa y periodista.
Cuando el poeta y político cubano José Martí llegó por primera vez a Guatemala en 1877, frecuentando la tertulia del general García Granados se enamoró de María, pero no pudo corresponder el amor de ésta por estar comprometido para casarse con la señorita Carmen Zayas Bazán.
María murió en 1878, poco después de enterarse del matrimonio de José Martí y que había regresado a Guatemala, decide escribirle una carta pidiéndole que vaya a visitarla, pues ella se encontraba delicada de salud, sin embargo María nunca recibió la visita de su amado, luego José Martí dejó su tristeza plasmada en el poema IX de sus Versos Sencillos, más conocido como "La Niña de Guatemala".
"Hace seis días que llegaste a Guatemala, y no has venido a verme.
¿Por qué eludes tu visita? Yo no tengo resentimiento contigo, porque tú siempre me hablaste con sinceridad respecto a tu situación moral de compromiso de matrimonio con la señorita Zayas Bazán.
Te suplico que vengas pronto. Tu niña..."
VERSOS SENCILLOS IX
Quiero, a la sombra de un ala,
contar este cuento en flor:
la niña de Guatemala,
la que se murió de amor.
Eran de lirios los ramos;
y las orlas de reseda
y de jazmín; la enterramos
en una caja de seda...
Ella dio al desmemoriado
una almohadilla de olor;
él volvió, volvió casado;
ella se murió de amor.
Iban cargándola en andas
obispos y embajadores;
detrás iba el pueblo en tandas,
todo cargado de flores...
Ella, por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador;
él volvió con su mujer,
ella se murió de amor.
Como de bronce candente,
al beso de despedida,
era su frente -¡la frente
que más he amado en mi vida!...
Se entró de tarde en el río,
la sacó muerta el doctor;
dicen que murió de frío,
yo sé que murió de amor.
Allí, en la bóveda helada,
la pusieron en dos bancos:
besé su mano afilada,
besé sus zapatos blancos.
Callado, al oscurecer,
me llamó el enterrador;
nunca más he vuelto a ver
a la que murió de amor.
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