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Netflix da la razón a los hijos de Gabriel García Márquez con la adaptación en serie de 'Cien años de soledad': "Lo que parecía ser un problema, ya no lo es"



Por Rafael Sánchez Casademont - Esquire

Nosotros ya te lo hemos dicho, Netflix ha logrado lo imposible. La novela de Gabriel García Márquez Cien años de soledad ha sido adaptada con éxito a televisión. Su magnífica primera temporada nos lleva a recorrer los 50 primeros años de Macondo (esperemos que llegue una segunda y última para cerrar la historia) como siempre habíamos imaginado al leer las páginas de la legendaria novela.

Sin embargo, es cierto que la novela tenía fama de inadaptable por dos razones bien distintas. La primera sale a la luz nada más leerla. Cien años de soledad no es una novela cuya historia tenga un solo sentido, no hay un amor que seguir o un misterio que resolver. No hay un personaje principal ni un género. Cien años de soledad ocupa muchas historias, muchos personajes principales, muchos géneros y espacios. Y, para colmo y pesadilla de cualquier productor, se desarrolla en un entorno cambiante, con unos personajes que envejecen décadas entre capítulos, y con una trama que mezcla realidad y fantasía sin aviso alguno.

Pero una vez expuesto que Cien años de soledad tiene tanto en fondo como en forma un contenido muy difícil de trasladar a algo que no sea un libro, la segunda y principal razón de su hasta ahora inadaptabilidad es que autor nunca quiso. Al fin y al cabo, por muy difícil que sea, no hay quién no quiera sacar más rédito económico a una historia tan aclamada. Si no se adaptaba Cien años de soledad no era porque "no se pudiera". El dinero en el banco no entiende de posibles desastres artísticos cuando ve demanda en el mercado... No, la razón fue un Gabriel García Márquez que, consciente del carácter de su libro, no quería verlo estropeado ni por todos los royalties del mundo.

Márquez siempre se negó de manera pública a ello, pero ahora rescatamos las palabras del escritor en Caracol Radio en 1991 (recogidas por cinepremiere).
La razón por la cual no quiero que 'Cien años de soledad' se haga en cine es porque la novela, a diferencia del cine, deja al lector un margen para la creación que le permite imaginarse a los personajes, a los ambientes y a las situaciones como ellos creen que es. Y entonces cuando ven a un personaje se le parece a un tío, y hay una señora que es exactamente igual a una señora que ellos conocieron cuando eran niño o que conocieron la semana pasada. O al revés, un día encuentran a una persona que les parece exactamente igual a Úrsula Iguarán. Y en esa forma van pegando caras y van pegando lugares y ellos reconstruyen la novela dentro de su imaginación y hacen una novela para ellos.

Márquez, como buen escritor, no pensó en los costes de producción, en la mezcla de fantasía y realismo, en la enorme cantidad de personajes o en la imposibilidad de meter toda esa historia en una, dos o tres películas. No, él pensó, simplemente, que, sin la imaginación trabajando, Cien años de soledad sería, sin solución, algo peor, más limitada, más cerrada.
En cine eso no se puede emplear la imaginación. Porque en cine la cara es la cara que tú estés viendo, la imagen es de tal manera impositiva que tú no tienes escapatoria, no te deja la mínima posibilidad de creación porque te está diciendo todo como es, con una plasticidad, una perentoriedad que no te escapas. Entonces prefiero que mis lectores sigan imaginándose mis personajes como sus tíos y mis amigos y no que queden totalmente condicionados a lo que vieron en pantalla.

No podemos quitarle la razón a Márquez. Pero el cine, sin embargo, tiene otras cosas. La belleza de ver la tú imagen mental expuesta ante tus ojos, una imagen común y palpable para compartir en público, una satisfacción enorme al ver que tus ideas también han cobrado vida fuera de tu imaginación, el diálogo con el creador de las mismas al ver que ambos imaginabais lo mismo, etc. Por eso, las adaptaciones son tan conflictivas. Si lo adaptado no encaja con lo que vimos en nuestra mente al leer, nos indignamos de una manera personal, como una afrenta íntima. Pero nos gustaría darle a Gabo la enhorabuena, y decirle que la adaptación de Cien años de soledad de Netflix consigue adaptar su novela inadaptable.

Habrá, por supuesto, quien se imagine a los personajes de otra forma. Pero es increíble lo cuidado que está el reparto para casar con las descripciones del autor colombiano en cada descripción, en cada mirada y carácter. Y, aunque esto le importaba menos, el formato de serie ha permitido dar tiempo a una historia que, además, se ha realizado en Colombia y con un compromiso de producción y medios que hace que cada momento y acontecimiento en Macondo sea representado con exactitud y detalle.

Por eso, y solo por eso, creemos que los hijos de García Márquez tuvieron razones más allá de las económicas al aceptar esta adaptación. Rodrigo García, hijo del escritor fallecido en 2014, contaba así en New York Times cómo y por qué decidió confiar en Netflix:
Llevo escuchando la discusión sobre si se venden o no los derechos de 'Cien años de soledad' desde que tengo ocho años. No fue una decisión sin complicaciones, para mí, mi hermano o mi madre. Se siente como que se abrió un gran capítulo, pero también que se cerró uno muy largo. En los últimos tres o cuatro años, el nivel, prestigio y éxito de las series y series limitadas ha crecido muchísimo. Netflix fue de los primeros en comprobar que la gente está más dispuesta que nunca a ver series producidas en otros idiomas con subtítulos. Lo que parecía ser un problema ya no lo es.

Hace diez años, cuando falleció el colombiano, uno no podía pensar que las series de televisión alcanzasen un nivel de producción y artístico a la altura de cualquier producción cinematográfica. Pero, sobre todo, no se podían haber imaginado una realidad en que esta apuesta se puede realizar por una serie colombiana y en un idioma que no sea el inglés, para ver con subtítulos en los mercados de los que dependerá su éxito masivo. Quién sabe, si Márquez hubiera visto el éxito (que no la calidad) de La casa de papel o El juego del calamar, quizás hubiese cambiado de idea. Quizás...

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