Otro poco de calma, camarada - César Vallejo

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Otro poco de calma, camarada; 
un mucho inmenso, septentrional, completo, 
feroz, de calma chica, 
al servicio menor de cada triunfo 
y en la audaz servidumbre del fracaso. 

Embriaguez te sobra, y no hay 
tanta locura en la razón, como este 
tu raciocinio muscular, y no hay 
más racional error que tu experiencia. 

Pero, hablando más claro 
y pensándolo en oro, eres de acero, 
a condición que no seas 
tonto y rehuses 
entusiasmarte por la muerte tánto 
y por la vida, con tu sola tumba. 

Necesario es que sepas 
contener tu volumen sin correr, sin afligirte, 
tu realidad molecular entera 
y más allá, la marcha de tus vivas 
y más acá, tus mueras legendarios. 

Eres de acero, como dicen, 
con tal que no tiembles y no vayas 
a reventar, compadre 
de mi cálculo, enfático ahijado 
de mis sales luminosas! 

Anda, no más; resuelve, 
considera tu crisis, suma, sigue, 
tájala, bájala, ájala; 
el destino, las energías íntimas, los catorce 
versículos del pan: ¡cuántos diplomas 
y poderes, al borde fehaciente de tu arranque! 
¡Cuánto detalle en síntesis, contigo! 
¡Cuánta presión idéntica, a tus pies! 
¡Cuánto rigor y cuánto patrocinio! 

Es idiota 
ese método de padecimiento, 
esa luz modulada y virulenta, 
si con sólo la calma haces señales 
serias, características, fatales. 

Vamos a ver, hombre; 
cuéntame lo que me pasa, 
que yo, aunque grite, estoy siempre a tus órdenes.

(1937)

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